Exportar o morir. Esa parece ser la conclusión general de muchos economistas respecto de Iberoamérica.
Sin una significativa activación de los volúmenes comerciales y de la exportación será imposible alcanzar los objetivos de integración y progreso que desea la región. Es cierto que para exportar es preciso producir un cambio cultural. La exportación es en cierto modo una actitud que debe motivar decisiones políticas y estratégicas en los países.
Pero también es verdad que no exporta quien quiere, sino quien puede. Efectivamente, hay factores de costes e infraestructuras que están dando al trate con las aspiraciones de internacionalización de muchos países.
Según el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), una de las mayores trabas para el comercio exterior en América Latina y el Caribe son los costos de logística y transporte.
En su informe sectorial “Muy lejos para exportar” recomienda inversiones en ferrocarriles, vías fluviales y modernización de carreteras. Girar el foco hacia la reducción de costos de transporte. Esa es la receta. Las cifras son demoledoras.
En el caso de Perú, Chile y Brasil una reducción de coste del transporte del 10% mediante estas inversiones significará un aumento medio de las exportaciones de casi un 40%.
Este trabajo del BID desmitifica la tésis de que son los aranceles los que lastran el crecimiento del comercio exterior. En Perú, una bajada de aranceles del 10% apenas incrementaría un 8% las exportaciones y en Brasil aún menos.
Esta conclusión coincide con el planteamiento fundacional de este blog. Abogamos por una logística ATAC. Es decir, una logística transparente, comprometida y sobre todo sostenible.
Desde nuestra posición afirmamos que es posible reducir ese 10% y probablemente aún más. Necesitamos inversiones inteligentes en los puertos y vías internas de comunicación. Necesitamos menos burocracia para el movimiento de mercancías. Y también necesitamos empresas logísticas mejor organizadas y comprometidas con los objetivos de largo plazo.